viernes, 21 de agosto de 2009

En algún lugar cerca de Haro, 2006



Tengo mucho cariño a esta fotografía. La saque en algun lugar cerca da Haro, en La Rioja, y me produce un especial gozo la contemplación de la maleza que va tragandose la carretera.
Creo en un futuro sin petroleo. El viscoso y sucio, el cruel protagonista del ultimo siglo tiene los años contados y sus fanáticos adoran a un dios muerto. Cierto es que viajar, algo que como nunca antes hemos tenido oportunidad de hacer en las últimas decadas, amplia los horizontes, estrecha los lazos y expande el conocimiento y la comprensión del otro. Pero si echamos cuentas actualmente no me parece a mi que el uso expansivo y comercial de esta fuente de energía haya ayudado precisamente a ello. No se me ocurre mayor monumento a la incomunicación que las atestadas carreteras actuales y su ley del mas fuerte.
La fotogrfía es de 2006 y cabe esperar que el verde manto haya seguido devorando el asfalto. Curiosamente este vial abandonado nos dió cobijo, a Unai y a mí, tras un pequeño pero peligroso percance con la bicicleta cuando inspeccionabamos la "ruta vasca del interior", una variante que se une posteriormente con el "camino francés" con destino a Santiago de Compostela.



Lo cierto es que las condiciones de esta ruta alternativa eran bastante lamentables pues muchos de los kilómetros transcurrian por carreteras atestadas de vehículos pesados. El caso es que bajando un puerto nos encontramos en los morros un tunel sin iluminación ni arcenes y casi sin tiempo para reaccionar mi rueda delantera reventó. Oh... en esas condiciones controlar una bicicleta sobre la llanta a a 40 ó 50 kilometros por hora requiere toda la adrenalina que tu cuerpo sea capaz de generar. Afortunadamente todo salió bien, pero nunca olvidaré el rugido del camión que venia a nuestras espaldas mientras el metal se deslizaba sobre el asfalto hasta que consegui detener la bici.
Levantamos rápidamente nuestras "burras" y las pasamos al otro lado de la valla para salir de la carretera, y fué entonces cuando nos encontramos con este pedacito de mundo, abandonado, pero mucho mas acogedor tras el susto sufrido. Una especie de paradoja que me dejó de aquel momento un sabor muy muy especial.